“ Dicen los
viejos que en éste país
hubo una
guerra
que hay dos
Españas que guardan aún
el sabor de viejas deudas”
-¡Corrutos!
Quizás
quiso decir corruptos.
-¡Que
no, leches, no! Corrutos, más que corrutos, que se quedaron con la matanza del
Jenaro.
--¡Abuela, deje usted de chillar al ordenador
que me estoy cabreando!
“Dicen los viejos que hacemos lo que nos da la
gana
Y no es posible que así pueda haber
Gobierno que gobierne nada”
Y no es posible que así pueda haber
Gobierno que gobierne nada”
Desde
que mi abuela se había enterado de que los López Ayala se volvían a presentar a
la Alcaldía de su pueblo y hacían campaña en Internet, ella se empeñó en
aprender aquella nueva teoría de las redes sociales. Algo que hacía furor entre
sus compañeros de la tercera edad. Daba prestigio y seguidores. Aunque ella
sólo quería contar la verdad; la verdadera verdad de los verdaderos hechos…
-¿Con
hache o sin hache?
-Déjeme,
abuela, mejor usted me cuenta y yo escribo.
-Está
bien, Paquita. Escribe tú porque al ordenador le faltan teclas. Y envía un
whatsapp a la Elvira que su marido no le cuenta ná.
“Dicen los viejos que no se nos dé rienda suelta
que todos aquí llevamos
la violencia a flor de piel“
-Todo
fue muy sospecho -empezó a contarme-, había que hacer matanza como todos los
años, pero allí sólo había un cochinillo, poca sangre y mucho frío.
-¿En
dónde? –pregunté asustada.
-Calla
y escribe la verdad de los verdaderos hechos. Siempre –continúo- habían matado
tres cerdos…
-Ah no
¡Me niego…! –chillé viendo a los pobres cerditos.
-Escribe,
Paquita, que luego bien te comes la morcilla –contestó enfadada-. A todos nos
extrañó menos al Jenaro. Hacía tiempo que a los Ayala les habían comprado unas
tierras con la condición de hacer un centro social, pero nunca se hizo. En su
lugar abrieron grandes carnicerías por toda España. Sacaron muchísimo dinero,
dieron mucho trabajo, compraron buenas casas, hicieron viajes. Muchos,
demasiados… hasta que llegó la última matanza.
“Pero yo sólo he visto gente muy obediente
hasta en la cama
Gente que tan sólo pide
vivir su vida, sin más mentiras y en paz”
-Jopetas, abuela, qué bien lo cuenta usted ¿Y qué
pasó?
-Que
el dinero, el trabajo, las casas y los viajes desaparecieron. Y en su lugar
apareció un cochinillo… ¡corrutos! Más que cerdos!!
-¡Me
he perdido, abuela! No entiendo.
- Es
muy fácil, tesoro. No se puede hacer matanza con un cochinillo –me dijo-,
tienen que engordarle y esperar. Pero no les quedaba tiempo ni dinero…
-¿Entonces
no hubo matanza?
“Libertad, libertad sin ira libertad
guárdate tu miedo y tu ira
porque hay libertad, sin ira libertad
y si no la hay sin duda la habrá”
-Claro
que hubo, Paquita. Mataron todos los sueños e ilusiones de quienes trabajaban
para ellos. Y se llevaron la pequeña matanza del Jenaro para hacerla pasar por
propia…por el que dirán. Esa gente tropezará siempre con la misma piedra: vivir
por encima de sus posibilidades, y aparentar.
-¡Vaya…!
Está bien, abuela. Coja usted el ordenador y escriba lo que quiera. Y no cierre
los ojos cuando le diga que cierre las pestañas.
-¡Trepotentes!
Quizás
quiso decir prepotentes.
“Libertad, libertad sin ira libertad
guárdate tu miedo y tu ira
porque hay libertad, sin ira libertad
y si no la hay sin duda la habrá “
1 comentario:
No hablo de política. Cuando empezó la bola esta, yo defendí a los míos y ella a los suyos. Y me eliminó. 15 años siendo amigas… para mí la amistad está por encima de cualquier forma de pensar.
Defenderé siempre la libertad con dos dedos de frente, sin mentiras.
El relato mezclado con la cancón lo escribí hace 3 años.
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