Bienvenidos a mi blog

viernes, 20 de diciembre de 2019

CUARENTA AÑOS DESPUÉS… 1


Los sentimientos se enroscan al alma.
 Cambian, crecen, maduran, pero en el fondo seguimos siendo las mismas. Aquellas niñas con su uniforme azul, camisa blanca y los calcetines que se nos caían mientras soñábamos con el amor brujo de Falla y los chicos de las clases de enfrente.
Fueron tantas las  flores que le llevamos a María que hasta el pasado mes de mayo en el grupo de whatsapp, que con mucho esfuerzo y ganas han creado las mellizas, tarareábamos el ‘Venid y vamos todas…’ como algo tan precioso y blanco que nos unía aún más.

En un mundo de corrupción, violencia y paro acabar el día pegada al móvil cantando esa canción viene a ser algo surrealista. Como la que están montando ahora buscando  un cordero, digo un camello, en una foto que acaba de poner María José.

Y aquí estoy. Una hora buscando al puto camello por no ponerme las  gafas.

Pero yo os quería hablar de magia, de la magia que envuelve a esas niñas que se hacen mayores sin darse cuenta. Para todas, para casi todas, los años en los que estudiamos la  E.G.B juntas fue la mejor, o la casi mejor, etapa de sus vidas.

Para todas menos para mí.

Para mí fue una etapa convulsa; pero con algunos ratos tan entrañables y únicos que jamás podré decir que mi infancia fue una pesadilla. Hubo de todo, aunque sí fue extremadamente difícil.  Que podía haber compartido, pedido ayuda… ¡Éramos niñas! Mis compañeras eran ajenas a mi sufrimiento.
Me temo que yo también.


CUARENTA AÑOS DESPUÉS… 2

CUARENTA AÑOS DESPUÉS… 3


Aquello iba en serio.
La puerta se abrió, mi adoraría Rosa Olmeda fue la primera. Tuvo que serlo, además de ser la única atleta del grupo la quiero a rabiar. Su  calidez y sonrisa despistaron mis  nervios. Empezaba a hacer calor por lo que nos quitamos el babi rosa y lo dejamos sobre el pupitre… NO. el abrigo lo dejamos sobre un taburete.
Y el lugar se llenó de niñas grandes, cuarenta años después… Sin uniforme, sin babi, pero con la misma carita. Cada una con su historia, y un pasado en común. La puerta se abría y cerraba sin parar. Mi marido poco a poco se alejó.
Besos, risas, abrazos, alegría. Los zapatos de ensueño de Ángeles Díaz Trillo. La locuacidad y simpatía de Meli,  Amelia Martin Monzón. El apoyo y emoción de María José Pajas Vizcaíno. Los ojazos de Inmaculada Sanz Gil.  La corrección y elegancia de  Natividad de Lucas Moren0o…
-¿Y tú quién eres? –escuchaba de repente.
- Isabel Sigüenza. –Gritaba yo desde la otra esquina muerta de risa.
Y aburrida, de saberme todos  los apellidos.
-Lola,  te he visto antes pasar por la calle mirando el móvil.

 Tantos, tantos recuerdos. El inmenso cariño de Ana Duarte. El abrazo sincero y con ganas de María Eugenia Gil Cervigón. La nobleza de Carmen Ruiz Moreno.  Y mi preferido: los saltos y aplausos de mi Araceli Cortés Gil, cuando me vio.
Antes de las fotos una despampanante pelirroja me dice que si  sé quién es. Niego, medio mareada ya por mi lesión…
-¿Qué no sabes quién soy?       
- Teresa García Moratilla.-Dije.
La recocí por el tono de voz (bienaventurados los que dicen que no oigo porque de ellos será el reino de mi indiferencia). Teresa es una de las que mejor me caen.
Yo me fui después de las fotos, y ellas alargaron la comida hasta la hora de cenar.

Sé que es un pecado no nombraros a todas, lo intento compensar con las fotos. Muchísimas gracias por recordarme que existe la amistad, por hacerme sentir que la integración es posible incluso con mi enfermedad.
Felices fiestas, chicas.
                                            ¡Feliz Navidad a todos!