Aquello iba
en serio.
La puerta se
abrió, mi adoraría Rosa Olmeda fue la primera. Tuvo que serlo, además de ser la
única atleta del grupo la quiero a rabiar. Su calidez y sonrisa despistaron mis nervios. Empezaba a hacer calor por lo que nos
quitamos el babi rosa y lo dejamos sobre el pupitre… NO. el abrigo lo dejamos
sobre un taburete.
Y el lugar
se llenó de niñas grandes, cuarenta años después… Sin uniforme, sin babi, pero
con la misma carita. Cada una con su historia, y un pasado en común. La puerta
se abría y cerraba sin parar. Mi marido poco a poco se alejó.
Besos, risas,
abrazos, alegría. Los zapatos de ensueño de Ángeles Díaz Trillo. La locuacidad y
simpatía de Meli, Amelia Martin Monzón. El
apoyo y emoción de María José Pajas Vizcaíno. Los ojazos de Inmaculada Sanz
Gil. La corrección y elegancia de Natividad de Lucas Moren0o…
-¿Y tú quién eres? –escuchaba de repente.
- Isabel Sigüenza. –Gritaba yo desde la otra esquina
muerta de risa.
Y aburrida, de saberme todos los apellidos.
-Lola, te he
visto antes pasar por la calle mirando el móvil.
Tantos,
tantos recuerdos. El inmenso cariño de Ana Duarte. El abrazo sincero y con
ganas de María Eugenia Gil Cervigón. La nobleza de Carmen Ruiz Moreno. Y mi preferido: los saltos y aplausos de mi Araceli
Cortés Gil, cuando me vio.
Antes de las fotos una despampanante pelirroja me
dice que si sé quién es. Niego, medio mareada
ya por mi lesión…
-¿Qué no sabes quién soy?
- Teresa García Moratilla.-Dije.
La recocí por el tono de voz (bienaventurados los
que dicen que no oigo porque de ellos será el reino de mi indiferencia). Teresa
es una de las que mejor me caen.
Yo me fui después de las fotos, y ellas alargaron la
comida hasta la hora de cenar.
Sé que es un pecado no nombraros a todas, lo intento
compensar con las fotos. Muchísimas gracias por recordarme que existe la
amistad, por hacerme sentir que la integración es posible incluso con mi
enfermedad.
Felices fiestas, chicas.
¡Feliz Navidad a todos!
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