Cartas
sin papel
poemas en tus labios
sonrisas en el viento
poco a poco,
y sentir la poesía de tus ojos.
Me gusta escribir, crear. Me siento
bien, me relaja, me comunico; tal vez porque hace tiempo aprendí que las
mejores cosas de la vida no son cosas. Es algo interior.
Es tiempo, son ganas, lucha, respeto,
equilibrio, amabilidad.
Tengo una enfermedad neurodegenerativa
desde que era niña, pero nunca me he considerado una persona enferma. Mucho
menos una mujer enferma. Esa es mi suerte, mi mayor suerte porque me equivoco e
intento ser normal en esta alocada anormalidad de la pandemia.
Empecé a escribir de una manera
constante hace casi veinte años.
Cuando me di cuenta de que era capaz de escribir una historia con principio y final, me preparé para hacerlo. Y me sigo preparando, porque esto de escribir es un aprendizaje continuo.
Ahora ya difícil tarea, muy difícil estar
derecha mientras escribo –mi casa está llena de espejos- y hacer una
coordinación sublime con los dedos, pero compensa tanto... como nada.
Decía
Ana María Matute que, el mundo hay que fabricárselo uno mismo, hay que crear
peldaños que te suban, que te saquen del pozo. Hay que inventar la vida, porque
acaba siendo verdad.
Pero
estamos tan ocupados mirando hacia afuera, que no nos tomamos el tiempo para
disfrutar de nosotros. Viajar hacia el interior, conocernos a nosotros mismos.
Ve más despacio y disfruta de la vida. Con
tu libro favorito, tu serie preferida, tu familia, los que te rodean. No
cierres la puerta a una caricia, a ninguna emoción. Baila, sueña, vive.
No enumeres tus sufrimientos, enumera tus
alegrías
Las
ganas de vivir es la única medicina que creamos nosotros mismos.
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