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jueves, 24 de septiembre de 2020

Sonríe.

 

Si no te relajas nuestro sistema inmunológico no funciona


Olvídate de todo.

Sonríe.

                                             -Bienvenidos...-

 

Leonor había puesto todo su empeño en que la velada saliera bien. La primera impresión es la que cuenta, le decía siempre su madre. Se había rizado el pelo, acababa de rociar la estancia con una finísima lluvia de su perfume preferido, y había sido algo más generosa al colocárselo en las muñecas y tras el lóbulo de las orejas. La ropa negra que llevaba le favorecía, de eso no había duda, tan ceñida y con ese escote: insinuando sin mostrar nada, como debe ser. Todo preparado. Dos copas de champán sobre la mesa de cristal acompañadas por ligeros y atractivos canapés; una suculenta pero débil fragancia escapándose de la cocina y la casa a media luz. La música romántica tan imperceptible que apenas se oía.

Aquella era su primera cita con Marcos.

Cuando el hombre por el que suspiraban todas sus compañeras de oficina la invitó a cenar, intuyó que su ansiado sueño se cumpliría mejor en terreno propio ya que de esta forma su problema quedaría más tapado. Sabía que podía ser la mejor anfitriona; sensual como pocas de su atractivo no tenía dudas, pero de sus nervios sí.

Al estar frente a quien le gustaba no sabía qué decir, los temas de conversación se evaporaban. Su terapeuta desfallecía con ella. Leonor era la mayor charlatana que conocía hasta que coincidía con un hombre guapo, atractivo, entonces se quedaba muda. Se le habían acabado los trucos y consejos que darle, hasta llegó a temer que en verdad perdiera momentáneamente la facultad del habla. Pero un compañero sugirió que la mujer hiciera guiones o recordara letras de canciones... y la cosa más o menos empezó a funcionar.

 

Leonor había llenado la casa de notas ocultas, hasta en sus muñecas había escrito dos diminutas chuletas. Se echaba un último vistazo en el espejo cuando el timbre de la puerta sonó. ¡Qué puntual... y qué guapo...!, pensó al abrir quedándose pasmada e idiotizada en el umbral.

Marcos la miraba sonriendo y alabando su buen gusto. Traía una botella de vino. La mujer miró con disimulo su mano izquierda, la chuleta..., ¡el perfume la había borrado! Sonrío mientras llamaba a gritos mentalmente a las palabras.

-Buenas noches, bienvenidos hijos del rock and roll...

Lo dijo tan sin una pizca de ritmo y tan seria que, el hombre riendo pasó dentro. Y entregándole la botella contestó:

-Ya veo que lo vamos a pasar pipa. Tienes fama de divertida ¿Te gusta Miguel Ríos?

-¿A mí? ¡Si casi no había nacido! –le dijo Leonor mientras se dirigía a la cocina pensando “Vamos bien, vamos bien, princesa ¡ya has dicho cinco palabras seguidas... y sin guión!

 

Marcos resultó ser un gran conversador por lo que la velada se normalizó bastante. Lo malo era cuando la miraba con esos ojos... ella sentía que le devolvía la sonrisa más reboba y estúpida del mundo, y completamente muda. El hombre estaba acostumbrado a causar ese efecto y se mostraba encantado. Pero Leonor no se sentía bien, así que apurando su copa se encaminó hacia la ventana, allí había escondido una de sus notas. Tan bien escondida que la escasa luz le impedía encontrarla.


-¿Qué haces...?-, oyó a sus espaldas.

Se giró y sonrió. La tenue luz le convertía en el ser más hermoso y varonil que había visto nunca. Tragó aire, respiró con profusión y golpeando el suelo con uno de sus tacones dijo:

-Me asomo a la ventana, eres la chica de ayer...

-¡Nacha Pop! Y ahí no me digas que no habías nacido porque se notaba un ligero ritmillo... Venga, te ayudo a poner la mesa y cenamos.

“Vamos bien, vamos muy bien, princesa”

 

La cena transcurría dentro de los parámetros de la normalidad. Él contando sus batallitas, y ella revisando mentalmente su exquisita ropa interior y deshaciéndose al imaginar lo que ocurriría luego...

El tiempo se detuvo al observar que Marcos la miraba con fijeza. Esperaba una respuesta... sonriendo con esos dientes blanquísimos y aquellos labios. Ella miró con disimulo la nota doblada escondida en su servilleta. Enlaza una frase con su última palabra, leyó. “¿Y qué decía...?”

-Alonso, mujer, Alonso... –volvió a repetir él.

-Alonso Quijano... ¿don Quijote de la Mancha?

-No digas tonterías, mujer, el Alonso de toda la vida: Fernando Alonso. ¿En qué mundo vives? –le preguntó con el ceño fruncido, lo que acentuaba aún más su atractivo.

Suspirando y temblando al mismo tiempo mientras doblaba su servilleta, contestó:

-No me hables, no me hables. No me hables así...

-¡Juan Pardo! Esa canción le encantaba a mi madre, ella sí que era una luchadora con...

“Vamos bien, vamos bien, princesa, ya has conseguido encarrilarle de nuevo a su monólogo”.

 

Después de cenar y mientras ella se llevaba los platos a la cocina, Marcos encendió el televisor. ¡Gollllllllllllll!, le oyó gritar enardecido de pasión. La mujer preparó dos sugerentes copas sonriendo y se desabrochó un botón de la blusa.

-¡Nena! –le oyó gritar de nuevo- ¿No habrá por ahí palomitas? Empieza el derbi y luego echan Rambo 13, mejor quito la música.

 

“¿Puede un príncipe convertirse en rana?”, pensó bebiendo una de las copas de un trago y abrochándose el botón.

 

 

 

1 comentario:

Camilie dijo...

Oh María, eres genial, genial, una escritora consagrada ya públicamente pero que siempre lo fuiste desde el principio. Desde las primeras palabras en el blog ya se veía a dónde podías llegar y lo que te queda. Es una gran felicidad verte aquí, como siempre, luchando y superándote más y más. Me encantan tus novelas y siempre esperando la siguiente.

Un abrazo fuerte, tan importante en estos momentos.