No tener un millón de amigos cerca de
ti no significa estar sola, ni hay que organizar un botellón todos los sábados
para poder vivir. Hay que saber apreciar lo que se tiene. Seguro que más de lo
que merecemos.
La luna se ha dormido entre los
brazos del sol,
sus ojos guardan la ternura de tus
manos
acariciando la lluvia que corre por
mi espalda
desnuda de miedos con sueños sin
atar.
Apreciar, valorar, detenernos ante
las pequeñas cosas, ver lo invisible, ir más allá de las palabras. Parece que
para poder vivir hay que ser la madre Teresa de Calcuta. Ya te digo…
Pues no, y no me confundas.
Todo eso es opcional y viene solo. Lo
importante es querer vivir y ocupar tu tiempo en algo que te guste, tener mucha
paciencia e ir abriéndote poco a poco. Y si llegas a sonreír de verdad, habrá
comenzado un nuevo día. Tal vez el más grande del universo.
Reír…
suavizar el miedo desbocado en la
sombra
acallar la pena de una noche sin
tregua,
compartir tu risa como si fuera una
niña.
Reír con las estrellas
sobre la caricia de un alma que se
abre en mis venas,
sobre la piel de la tristeza que no
conoce fronteras
que no entiende las guerras.
Reír….
besar al viento de la noche
lamer las lágrimas del sol,
sentir el fuego de la luz.