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martes, 27 de abril de 2010

Mi proyecto más ambicioso...




Volveré a soñar

por María Narro.

¿Quién fue usted en su vida anterior?
Anabel guiaba el ratón del ordenador con prisa; de una terraza a otra terraza, de la capilla de Anubis a la capilla de Hator, del pórtico norte a... ¡estaba haciendo el tonto! Tenía la cabeza llena de fantasmas. Primero mete los datos de su amiga egipcia en aquel estúpido juego, y luego examina el templo de Hatshepsut palmo a palmo con el nuevo programa.
Algunos escritores se vuelven locos, recordó, no saben distinguir la realidad de la ficción.
Las confidencias de Maatkara aquella tarde que estaba de bajón no significaban nada. Que tuviera un accidente y perdiera la memoria en el 2007 tan sólo era un dato de mala suerte. Sin embargo, lo inquietante y atrayente había sido saber que el accidente fue en el mes de Junio y que se había despertado del coma al arrancarle una muela. Absurdo ¿no?
Lo mismo habría pensado ella si no hubiese sabido la fecha y cómo se identificó la momia KV60a. Estaba obsesionada... realmente se sentía enferma desde que la dijeron que estaba perdiendo la audición. Buscaba hilos, torpes hilos, que la ayudaran a salir de su drama y volver a escribir. Y aquel hilo se llamaba Maatkara...
-¿Dónde vives? –le había preguntado en inglés cuando conversaron en el chat por primera vez.
-In the Cairo, near the museum...

Aun sabiendo que cualquiera puede vivir cerca del museo del Cairo, que internet es una fábrica de mentiras, que a nadie le arrancan una muela y menos sin anestesia...

¿Y qué es la literatura sino una mentira bien contada?

((y así empezó todo...))

jueves, 22 de abril de 2010

¡22 años!


Mañana hará 22 años que me casé, nadie creía en mí. Era muy jovencita, rebelde y estaba 'enferma', imposible creer en alguien así.

Casi como ahora, ya van dos... -se distigue a distancia- aunque ha habido más negativas... pero hay luces, las mejores, lo que pasa es que el mundillo editorial va muy lento y desespera un poco.

Aprendiendo... a sonreír, a disfrutar de los míos mientras los tengo; a no depender de ilusiones. Aprendiendo a seguir...
No sirve de nada llorar, ni sentarse en un rincón a lamentarse por... ¡por tantas cosas!, hay que trabajar, sentirnos a gusto con nosotros mismos, pero sin dejar que nadie te pisotee. Porque sí, la de la foto soy yo el año pasado, voy en silla de ruedas y tengo una ataxia de Friedreich.
¿pero se juzga la propuesta literaria, mi novela o a mí?
Es que me estoy perdiendo, afortunadamente hoy recibí un email diciéndome que sólo la propuesta literaria ya es buena.
Gracias, es mejor que sepáis todo desde un principio antes de que alguien me siga minusvalorando.

lunes, 19 de abril de 2010

Volveré a soñar...


Es mi nuevo proyecto de novela, el paseo por el antiguo Egipto de una escritora sorda. Aunque el titulo puede variar dependiendo de los sentimientos de la autora, o de los personajes.

Volcada en mis pequeñas cosas estoy, y con un vacío o algo que me hace temblar. Algunos, los mejores, sabíais que el cáncer de dos personas muy allegadas a mí me tenían casi fuera de combate. Jero, el suegro de mi hermano, se acaba de morir...
lo peor va a ser mis sobrinos que no sabían nada ¡joder!
demasiado joven, puto tabaco

miércoles, 14 de abril de 2010

Garzón ¿justiciero?



Hasta ahora así lo creí, es más, lo sigo creyendo aunque la cosa huela a verdades a medias. Nunca entenderé que se investigue bajo una bandera, pero menos entiendo que se le prohíba investigar.

No se puede concebir que los mismos que le han aplaudido y vitoreado por lo que hizo en Argentina y Chile, le paren con cadenas los pies cuando se dispone a sacar los trapos sucios de nuestro país. Los de fuera sí, los de casa no... ¡anda carajo cuánto miedo y censura hay!
Dije no hace mucho que hoy en día hay censura ¿verdad?
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Pero claro ¿cómo no entender que un juez es imparcial, objetivo? ¿que la memoria histórica respeta tanto a los muertos de la cuneta de un bando como de otro? Porque hay que investigar los crímenes del franquismo... faltaría más, pero luego investigamos a Carrillo, las checas republicanas, Paracuellos y a Negrín...
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Es que, es que... llevo todo el día leyendo y oyendo ¡viva la Republica! Y mira que más utópica que yo no hay nadie, pero no puedo con las verdades a medias. Y para colmo veo al grupo de intelectuales que ‘se va a encerrar’ a favor de Garzón, y ALMODOVAR dice que hay que defender la deuda moral con los que perdieron la guerra.
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¡qué coños dices, Almodovar, si la guerra civil española la perdimos TODOS! Sólo Franco ganó la guerra. Quizás es que para poder entender esto te tiene que pasar como a mí; nunca me contaron nada de la guerra, ni de un bando ni de otro, y a una edad adulta la estudié.
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Por cierto, señor Almodovar, a su próxima película le falta rigor informativo. Hace unos meses mientras me documentaba y escribía mi novela, usted o su equipo se documentaba para su película. Nuestros caminos se cruzaron, igual que yo descubrí que su poeta fue un asesino lo puede descubrir cualquiera...
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Utopías aparte, amigo Garzón, luego investigamos a Carrillo ¿no?

lunes, 12 de abril de 2010

¡Música Maestro!


Hasta que encontró aquella pasajera solución, creyó volverse loco. Dentro de unos años... ya vería.

Cada noche cuando salía del teatro y llegaba a casa, ponía la manita de Yesco sobre el casset con la grabación del concierto que había dirigido esa noche. El pequeño estaba completamente dormido y así continuaba. Por el día visualizaba vídeos de sus actuaciones mientras Yesco jugaba con su mecano junto a él. Un enorme perro les miraba perezosamente desde la butaca más cómoda de toda la sala.
Hubo un tiempo en el que componía, pero dejó de hacerlo cuando le anunciaron la sordera de su hijo. Era un bebé de seis meses entonces. Sordera profunda, diagnosticaron.
-¿Y la música? -pudo pensar al fin- ¿ mi hijo nunca sabrá lo que es la música?

Yesco tenía cinco años y era inmensamente feliz, como cualquier niño rodeado de amor y ternura. Le gustaba jugar imitando a papá moviendo sus pequeños bracitos. Emitía débiles sonidos al reír que eran vitamina celestial para su familia. El pequeño no se separaba nunca de Guau, un perro amaestrado que le anunciaba los peligros que él no podía oír. Llevaban juntos dos años, se entendían a la perfección. Con U, como había aprendido a llamarle Yesco, le dejaban alejarse de los ojos de los mayores sin miedo a que le pasara nada. Pero esas escapadas sólo eran permitidas en la finca de los abuelos.
Por ello aquella mañana el chiquillo no dejaba de sonreír, mientras que con su naricilla apoyada en el cristal del coche de mamá, observaba a dos gigantes algodones blancos perseguirse por un cielo eternamente azul. U, recostado a su lado, apoyando la gran cabeza en sus piernecitas, olisqueaba con los ojos cerrados el aroma de la temprana primavera que se colaba por una ventana. Mamá sonreía a través del retrovisor mirando la felicidad, porque su hijo era eso si la felicidad existía. Las cuatro estaciones de Vivaldi envolvían un turismo rojo que engalanaba una solitaria carretera comarcal.

El abrazo a los abuelos fue fuerte y corto, no podía ser de otra forma estando la pequeña bicicleta en el garaje.
Yesco pedaleaba a golpe de ilusión por el sendero. U, a cappella, ladraba al aire corriendo a su lado. Los altos chopos se inclinaban a saludarle; vistosas mariposas danzaban ante sus ojos abandonando por un momento las flores de los almendros; el viento mesaba sus alborotados y suaves cabellos mientras la vida acariciaba su cara.
De pronto, Yesco, se paró. U dejó de ladrar. El niño miró a su alrededor, al cielo. Las puntas de los altísimos chopos tenían ya hojas, jóvenes y tiernas hojas verdes. El suave viento las movía a la vez, de un lado hacía otro, hacia delante, hacia atrás, no paraban...
Yesco no dejaba de mirarlas. Se movían todas a la vez... de un lado a otro, de un lado a otro...
El niño se bajó de la bici e irguió su cuerpecito, echó la cabeza hacia atrás y emitiendo un leve ruido, comenzó a mover los brazos con su mirada clavada en las hojas que hacían cosquillas al cielo.
U, rompió el silencio, rompió el silencio con dos ladridos; dos ladridos, dos palabras:
¡ Música Maestro!

Me emocioné mientras escribía el relato porque vi, oí, y sentí, el concierto de la vida dirigido por un niño sordo... - pag 172, Fotos de un Adiós-

lunes, 5 de abril de 2010

Más allá del sol


Un nuevo amanecer,
más allá del sol,
escalando montañas de miedos...
sintiéndote parte de mí.


Más allá del sol,
destruyendo quimeras y buscando la luz,
dibujando caricias...
en un mundo trenzado de versos:
caricias de luna, de seda
caricias de soledad.


Más allá del sol,
tras la senda de la libertad,
siguiendo tus pasos,
el aroma de la emoción...
el suave arrullo de la pasión.


Suave, feroz, sutil, desbocado.