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sábado, 10 de octubre de 2009

El mar y yo...


Mis ojos te devoraban mientras leías sentado en una cómoda butaca de la sala de estar.
Tomaste un vaso de agua que había en la mesita de cristal y al llevártelo a la boca, reparaste en mí. Con suavidad lo dejaste de nuevo sobre la mesa después de beber muy despacio. Me miraste por un segundo apretando los labios, y pasaste la página. Un periódico se sostenía aburrido en mi regazo, pero yo sólo te veía a ti.
Así había sido desde que tropezaste conmigo una semana antes cuando llegaste a la pensión. Te deshiciste en disculpas y sonrisas, y fue entonces, al cruzarse nuestros ojos, cuando comenzó ese dulce juego de seducir con la mirada olvidando que habías pedido una habitación doble porque pronto se reuniría contigo tu familia. Por lo menos yo lo olvidé.

Anoche, mientras cenábamos, me di cuenta que me he enamorado y apenas te conozco. Por mucho que me repita que tú nunca tomarías en serio a una mujer como yo, tus ojos me dicen lo contrario. No sé que va a ser de mí cuando te vayas. Intentando olvidarme de ti fui al acantilado con mi nueva cámara de fotos.

El espectáculo era enorme, con una reluciente luna llena brillando en todo su esplendor sobre la serenidad de un mar lleno de esperanza. Una pareja de gaviotas que oteaban el horizonte me hizo volver a la pensión, cargada de tristeza y sin una sola foto.
No he pegado ojo en toda la noche. Y ahora busco tu sonrisa para reconciliarme con el mundo y estás tan serio absorto en tu lectura que, me pregunto si no habrá sido todo otro de mis absurdos sueños.

´-¡Papá! -llamó un niño acercándose a ti y helándome el alma al mirar mis ruedas
- Mamá dice que salgas ya.
-Ahora voy, espérame fuera. Tengo que ir un momento a la habitación -le dijiste cerrando el libro y poniéndote de pie.

Al pasar junto a mí rozaste mi hombro y al mirarte, me pareció ver en tus ojos toda la tristeza del mundo. Quise seguirte, levantarme de ésta odiosa silla de ruedas y salir andando detrás de ti, o empezar a correr huyendo de yo que sé qué.
Quise abrazarte, que me abrazaras; quise tenerte sólo para mí, por un instante... por un instante de libertad.
............

Hoy hace un mes que te fuiste. Nada tiene sentido, o es que lo empieza a tener ahora porque enamorarme de ti me demostró que todavía estoy viva, sobre ruedas pero viva.
La luna llena vuelve a brillar con más fuerza que nunca sobre un mar furioso.
Furioso de deseo, de nostalgia, de pasión. La luna, mi luna, mi amiga, mi alma. Tan solitaria como yo. Y el mar, tan viril, tan fuerte, tan noble, como tú.

Guardé la cámara de fotos en la mochila y me arrimé al precipicio. Eché los frenos y me bajé de la silla quedándome sentada en el borde. El mar, a mis pies, se me antojaba que rugía a la luna con lujuria. Sería tan fácil, sería tan fácil dejarme caer y que me abrazaras para siempre. No, no me mires así bella luna, ahí somos iguales, tenemos que seguir brillando y ser libres de corazón. No hay otra opción.

12 comentarios:

mimbre dijo...

hola María...
No se como empesar, me he quedado tildado con este relato ó no es tal?
De todas formas es bonito, sentido y humano¡¡ Así es la vida, sorpresas y más sorpresas.. Me gusto¡¡
Un abrazo
Osvaldo

Trini Reina dijo...

Recuerdo haberte leído antes este relato y como pasa con las cosas buenas, la segunda vez se degusta mejor, con más serenidad. Es un relato precioso y muy poético.

Abrazos

Prometeo dijo...

Gran relato, de lo mejor que te he leido en prosa, es un relato de premio nacional o casa asi. Me has dejado de piedra, es perfecto, todo como esta escrito, frase a frase, parrafo a parrafo, fienal incluido. Un fuerte abarzo y espero que no sea autobiografico, tu vales mucho ams.

Sir Bran dijo...

Puede que tengas tus limitaciones María... y que sean ellas las que te hagan sentir lo que sientes.
Y en tu caso me aslta una duda que no sé si sabrías despejarme:
Te has vuelto tan bellamente sensible y sabes escribir tan bien por estar sometida a esas limitaciones físicas, o serías así de cualquier modo?.
A veces pienso que las limitaciones nos abren, a su vez, grandes poderes.
Me gustaría que tu escribir durara mucho (pero la decisión es siempre tuya).
Un beso.

mara-mara dijo...

Quizás no puedas andar, pero tienes alas en los dedos, armonía en el alma y una admirable serenidad en tu modo de comtemplar la vida. Tus relatos me acercan a las horas de mis días y a los sueños de mis noches.
Gracias por seguir ahí. Un beso enorme para ti Maria.

fgiucich dijo...

Un relato extraordinario que merece un aplauso sostenido. Abrazos.

María Narro dijo...

Es un relato... con pequeñas o grandes dosis de realidad... quizá al revés ;)

aunque la silla es mía.

luego contesto.

azul dijo...

Hola MARIA muy triste, muy bonito, muy duro...

Un placer leerte, el dia 28 de abril deje algo para ti en mi blog

Un saludo ,esperando tu nuevo relato

Azul

Anónimo dijo...

Me encanta todo hasta la última línea. Deslumbrante excibición de recursos del alma y pura literatura.
Besos campeona ;-)
lg

María Narro dijo...

es relato, Osvaldo.
Sí, así es la vida.
un beso.

mi muy querida Trini: Cierto.
éste relato ya lo puse.
un abrazo.

no sé qué decir, Prometeo, pero muchas gracías.
un beso.

no lo sé, Sir Bran, también me lo he preguntado muchas veces.
Sólo sé que aún tengo mucho que decir.
un beso.

María Narro dijo...

Mara eres poesía.
Con este relato quise demostrar que algunos compromisos atan más que una silla de ruedas.
un abrazo.

ya fui ayer, cariño.
lo siento.
un beso, Azul.

´mi adorad Blanca, muchas gracias.

Mael dijo...

Gracias por dejar conocerte a través de lo q´escribes.
La silla es tuya... y acaso...(respetuosamente) no todos tenemos una?