...está en los ojos de quien te mira.
*“El amor puede transformar las cosas más abyectas y comunes y darles dignidad y gracia. El amor no se ve con los ojos del cuerpo sino con los del alma...”. - Willian Shakespeare.
*Nadie se daba cuenta de nada, y lo peor: es que llegué a creerme torpe.
*¡Mi estancia en el instituto prometía!. Aquello fue... cómo decirlo..., quizá: ¡amor al primer codazo!, seguro que sí, porque pudiendo pegar el codazo a cualquiera, me lo pegó a mí.
*Cada persona es un mundo, en el terreno de la enfermedad más. Nunca las enfermedades afectan a dos personas por igual, ni aunque sea la misma. Que los síntomas sean iguales o parecidos no quiere decir que siempre la enfermedad evolucione igual.
*Temblando, como una brizna de hierba azotada por el alocado viento del destino, cerré mi querido diario. Y abrazada a la almohada, después de atravesar inmensos mares de dudas, incertidumbres y miedos, me quedé dormida.
*Sobre el asfalto, llamó mi atención un grupo de hormigas que avanzaban llevando sobre sus cabezas negras una cáscara de pipa. La levedad de la hormiga detenía lágrimas derramadas ante la liviandad humana. Levedad, liviandad, dos palabras que la tarde anterior me habían hecho bucear en el diccionario y aún así, era incapaz de separar su significado y ahora..., ahora las tenía allí, frente a los ojos del alma; dos palabras que habían venido a mí y tomado vida propia señalándome lo superficiales y mediocres que podemos llegar a ser los seres humanos.
*Pero mis rachas de felicidad pasaban como soplos de viento, como las de todo aquel que camina al borde del abismo... a la sombra de la luna. La felicidad es una hora.
*Claro que nadie pensó o supo pensar o fue demasiado el pensar que, una rosa cuando te prohiben cortarla duplica su belleza.
*Estaba tan excitada y nerviosa, tan deseosa de abarcar nuevos horizontes y sensaciones, tan maravillada de montar por primera vez en un caballo pintado de burro, que olvidé por completo coger las riendas. Sólo al atravesar las eras me di cuenta de que el cuadrúpedo las iba pisando.
-Burro -le dije al lado de una oreja a las cuales iba agarrada- ¡tenemos un problema pero tú no te asustes... (...)
Yo le torcía la oreja izquierda emulando a papá cuando daba al intermitente para que el seiscientos girara
*Me desperté llorando. Salí de la cama y me senté en un rincón. Abracé mis piernas y escondí la cara entre las rodillas. Sólo el frío, cuando ya el alba se desperezaba, me hizo volver a la cama
( “Tregua a vuestro dolor, no hay noche sin aurora”, Macbeth).
*La vida nos hacía un guiño y tendía a aflojar sus cánones.
La nueva, absurda, y tal vez cruel, versión de Romeo y Julieta, viraba en la sombra de la luna en busca de un desenlace distinto. Los Capuleto y el destino se habían estrechado la mano.
*... ¿ Tú sabes quién es Eleonor Roosevelt? Ella decía que nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento.
*A veces, me imaginaba a la Ataxia de Friedreich, a ése señor que había venido a cenar sin que nadie le invitara, como un monstruo enorme, deforme, de un verde oscuro casi negro. Siempre al acecho. Esperando. Vigilando. Tendía sus largos y huesudos dedos hacia mí. Yo sólo tenía que aprender a vivir con aquel horripilante ser. Era ardua, casi imposible, la tarea de despistar a la enfermedad que se había convertido en mi sombra, pero yo era demasiado bruta, o simplemente rebelde, o sólo una eterna enamorada de la vida, y no me daba la gana dejar de sonreír al aire porque dijeran que estaba enferma, o porque aquella nauseabunda criatura siguiera mis pasos siempre.
¿ Cuántos seres humanos se sienten minusválidos sin serlo?
¿ Y cuántos seres humanos nunca se sentirán minusválidos siéndolo?
Sólo eres lo que sientas que eres...
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*Nadie se daba cuenta de nada, y lo peor: es que llegué a creerme torpe.
*¡Mi estancia en el instituto prometía!. Aquello fue... cómo decirlo..., quizá: ¡amor al primer codazo!, seguro que sí, porque pudiendo pegar el codazo a cualquiera, me lo pegó a mí.
*Cada persona es un mundo, en el terreno de la enfermedad más. Nunca las enfermedades afectan a dos personas por igual, ni aunque sea la misma. Que los síntomas sean iguales o parecidos no quiere decir que siempre la enfermedad evolucione igual.
*Temblando, como una brizna de hierba azotada por el alocado viento del destino, cerré mi querido diario. Y abrazada a la almohada, después de atravesar inmensos mares de dudas, incertidumbres y miedos, me quedé dormida.
*Sobre el asfalto, llamó mi atención un grupo de hormigas que avanzaban llevando sobre sus cabezas negras una cáscara de pipa. La levedad de la hormiga detenía lágrimas derramadas ante la liviandad humana. Levedad, liviandad, dos palabras que la tarde anterior me habían hecho bucear en el diccionario y aún así, era incapaz de separar su significado y ahora..., ahora las tenía allí, frente a los ojos del alma; dos palabras que habían venido a mí y tomado vida propia señalándome lo superficiales y mediocres que podemos llegar a ser los seres humanos.
*Pero mis rachas de felicidad pasaban como soplos de viento, como las de todo aquel que camina al borde del abismo... a la sombra de la luna. La felicidad es una hora.
*Claro que nadie pensó o supo pensar o fue demasiado el pensar que, una rosa cuando te prohiben cortarla duplica su belleza.
*Estaba tan excitada y nerviosa, tan deseosa de abarcar nuevos horizontes y sensaciones, tan maravillada de montar por primera vez en un caballo pintado de burro, que olvidé por completo coger las riendas. Sólo al atravesar las eras me di cuenta de que el cuadrúpedo las iba pisando.
-Burro -le dije al lado de una oreja a las cuales iba agarrada- ¡tenemos un problema pero tú no te asustes... (...)
Yo le torcía la oreja izquierda emulando a papá cuando daba al intermitente para que el seiscientos girara
*Me desperté llorando. Salí de la cama y me senté en un rincón. Abracé mis piernas y escondí la cara entre las rodillas. Sólo el frío, cuando ya el alba se desperezaba, me hizo volver a la cama
( “Tregua a vuestro dolor, no hay noche sin aurora”, Macbeth).
*La vida nos hacía un guiño y tendía a aflojar sus cánones.
La nueva, absurda, y tal vez cruel, versión de Romeo y Julieta, viraba en la sombra de la luna en busca de un desenlace distinto. Los Capuleto y el destino se habían estrechado la mano.
*... ¿ Tú sabes quién es Eleonor Roosevelt? Ella decía que nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento.
*A veces, me imaginaba a la Ataxia de Friedreich, a ése señor que había venido a cenar sin que nadie le invitara, como un monstruo enorme, deforme, de un verde oscuro casi negro. Siempre al acecho. Esperando. Vigilando. Tendía sus largos y huesudos dedos hacia mí. Yo sólo tenía que aprender a vivir con aquel horripilante ser. Era ardua, casi imposible, la tarea de despistar a la enfermedad que se había convertido en mi sombra, pero yo era demasiado bruta, o simplemente rebelde, o sólo una eterna enamorada de la vida, y no me daba la gana dejar de sonreír al aire porque dijeran que estaba enferma, o porque aquella nauseabunda criatura siguiera mis pasos siempre.
¿ Cuántos seres humanos se sienten minusválidos sin serlo?
¿ Y cuántos seres humanos nunca se sentirán minusválidos siéndolo?
Sólo eres lo que sientas que eres...
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Esto es parte de la esencia de Fotos de un Adiós aunque también es parte de mi propia esencia.
Continuará...
((el libro se puede descargar a la derecha del blog, si quieres leerlo y tienes problemas para adquirirlo envíame un email especificando tu dirección))
19 comentarios:
Shakespeare me llevó de la mano en mi primer libro, por eso mi blog se llama: Shakespere y yo.
Por entonces yo tenía 32 años, una vida cómoda y un futuro muy alentador, mi minusvalía nunca había sido inconveniente en nada y para nada y mi cuerpo estaba dejando crecer la ilusión dentro de mi en forma de hija. Nunca me dijeron que algo que no es hereditario podría serlo, nunca me dijeron que al llegar ella, mi minusvalía sería el centro de mi lucha, y no por mí, sino por ella, por mi hija.
Conforme transcurría el tiempo, aprendí que nadie es discapacitado, nadie es minusválido y mucho menos nadie es nulo en esta sociedad compuesta por todos y para todos, aprendí que solo aquellos capaces de pronunciar las palabra “pobrecita/o tan guapo/a e inteligente y……” solo aquellos son los que realmente padecen una discapacidad.
Mi lucha es mi condición de vida, es quitar un grano de arena de una gran montaña para que todos absolutamente todos podamos escalarla, lo sé, pero no voy a dejar de luchar nunca.
Mi lucha, está contigo, con ellos/as con todos los que sabemos que es vivir cada instante como si en ello nos fuera la vida, vivir dignamente, simplemente eso, VIVIR.
El sr. Que vino a cenar sin previo aviso, es el más cruel, pero no sabe que en su visita nos enseña valores que nunca habríamos imaginado que tenemos.
María, ando con el reloj mirándome de reojo y acusándome de no cumplir con todo mi trabajo a tiempo, pero tenía que dejarte este comentario aquí, sé que tú, como yo, como tantos más, necesitamos escribir, decir, gritar que no somos discapacitados, por el simple hecho de que partes de nuestro cuerpo no respondan como la de una gran mayoría.
(ya me callo que menudo discurso te he dejado)
Besos y un enorme abrazo.
Me quedo con el principio.
"la discapacidad está en los ojos de quien te mira"
Un abrazo Maria
Me encanta María,esto especialmente:..."El amor no se ve con los ojos del cuerpo sino con los del alma...”.
Un beso
Me ha gustado leer este capitulo de tu libro y, estoy de acuerdo con tus palabras.
Te animo en la lucha y deseo y espero que no te rindas nunca.
Besos muchos
ya veo la relación del escritor inglés y tu blog. Precioso.
besos.
Vamos descubriendo mucho mas de ti y de tu vida interior, de tus sentimientos. Me gusta, un abrazo.
Preciosas "fotografías" del alma. Son como perlitas para quedarse pensando.
Un beso
Con discapacidad o sin ella, somos personas y como tal han de mirarnos. Contar con alguna minusvalía, en mUchos casos, nos hace MAS GRANDES.
Maribel..., Maribel ayer no te pude contestar ¿me entiendes, no?
Hoy tampoco, sólo decirte que una de las razones que me llevo a escribir el libro fue demostrarme y demostrar que, no soy MENOS VÁLIDA ni leches.
Un abrazo gigante.
Me habeis emocionado Maribel y tú. Sois el ejemplo de dos mujeres luchadoras que hacen frente a la vida con una sonrisa en los labios.
¿Minusválidas? ¡Vosotras, no! La minusvalía se lleva en el corazon y en la forma de pensar y actuar.
La fortaleza que teneis vosotras no la tienen muchas personas.
Todo mi cariño y respeto para mi princesa y para Maribel.
Hacía tiempo que no pasaba por aquí por rollos chungos. Pero ya veo que estás a tope,me ha encantado este trocito de ti. Salud princesa¡¡¡.
Gracias a todos y un abrazo colectivo.
Sólo apuntar que, como dice interrogación, estas son diferentes fotografias, párrafos de diferentes capitulos que quieren hacer pensar.
pd. no te preocupes caballero Quimera, te quiero igual.
Esa frase de E. Roosevelt lo dice todo... Nadie es inferior a nadie, por mucho que otros lo digan. A menos que se sienta así..
Hay mucho inválido mental por ahí, y por supuesto no me refiero a disminuidos síquicos, sino a esos que no saben ver que no poder disponer del uso de todas las habilidades posibles no invalida a nadie. Quien no tiene capacidad para una cosa la tiene para otra...
Me ha emocionado el comentario de Maribel.. Desde luego, vosotras sois la prueba de que la discapacidad solo existe en la mente y en el corazón. Y vuestra mente y vuestro corazón son los más capaces del mundo..
Un besazo para ambas.
No puedo dejar de comentar, hoy no. Precioso, valiente...no hay palabras. Tanto tu como maribel me han emocionado, ojala tuviera esa fortaleza.
Un saludo para las dos.
Me quedo con esta frase, hoy es mia, perdona que te la robe así, pero hoy es mía:
"Pero mis rachas de felicidad pasaban como soplos de viento, como las de todo aquel que camina al borde del abismo... a la sombra de la luna. La felicidad es una hora."
Gracias, por las palabras.
María, yo me quedo con la última frase, y no porque lo demás no sea hermoso, no tiene desperdicio nada de lo que dices, o decís todos los que me habéis precedido en los comentarios. Pero qué verdad encierra esa última frase: Sólo eres lo que sientas que eres.
Hay muchos pasos que no llevan a ningún sitio, piernas que se mueven sin corazón. Y también hay corazones que se mueven sin piernas, caricias que se dan sin manos, palabras pronunciadas con los ojos...Ninguno de nosotros sabemos lo que podemos llegar a ser si algún día dejamos de ser quienes somos.
Por la superación personal que contagias, gracias y un beso.
Gracias a vosotras por ayudarme a seguir.
Un beso desde dentro.
Mis besos fundidos en miel, querida escritora.
miel de la Alcarrio.
Un beso fuerte, Paco.
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