-No desfallezcáis, mi señor don Quijote, mirad que los caminos están llenos de sueños robados y presto ha de liberarlos.
-Dices bien, amigo Sancho, que no es menester de un caballero andante quejarse por luchar contra gigantes que prohíben integraciones y mismas oportunidades, ni aun cuando lo haga desde una silla con ruedas. En verdad te digo que el Sabio “Festino” hace la senda difícil, llena de cobardes desilusiones convertidas en peldaños y viles promesas incumplidas disfrazadas de mentiras, ¡mas, ea! prepárame la armadura que he de entrar de nuevo en batalla.
-Mire vuestra merced, que hoy puede ser el día en el que alguien quisiera caminar con sus zapatos un rato...
-Bien parece que no estás cursado en esto de la aventura del vivir -dijo Esteban hablando de nuevo al espejo-. Algunos, quizás yo, nos sentimos hastiados de Estar cuando en verdad queremos Ser. Como loco voy por esos mundos tras una accesibilidad que el Sabio “Festino” ha convertido en utopía, mas todos caminan ya con orejeras cuán rocín bajo tus posaderas, y a nadie le importa lo que le ocurra al otro. La vida camina deprisa, y aunque me canso y tropiezo más de lo que me gustaría en la desazón, amigo Sancho, sigo luchando porque la vida es la batalla más hermosa que pueda existir. Y he de ganar por absurdas e iguales que sean siempre esas batallas, y si no ganar, por lo menos Vivir.
-¡Cobarde de mí! Perdóneme vuestra merced, pensaba que seguía a un loco.
-Quién sabe si no es así, hermano. Quién sabe si alguna vez lograré vivir sin tener que vestir la realidad con los mejores calzones de la locura para que se haga soportable.
-Complacido me quedaría yo sin ínsula, mi señor don Quijote, si el Sabio “Festino” tuviera a bien quitar pedruscos de su camino.
-No te preocupes, amigo Sancho, y recuerda que no es menester de caballeros andantes quejarse ni aun cuando lleven ruedas. ¡Más ea! olvidemos ésta plática y empieza a dar brillo a esa armadura
(el relato es mío, claro)