Las gotas de lluvia resbalaban por el cristal de la habitación de Sendy. Un cuaderno y un bolígrafo sobre el pulcro escritorio. La cama deshecha. Una jovencita sentada en un rincón sintiendo el mayor infierno en sus entrañas...
Paloma era perfecta. Guapa, lista, divertida, su mejor amiga junto con Danny. Para gusto de los chicos, suerte para ella y “desgracia” para Sendy, Paloma estaba más desarrollada que ninguna de sus amigas. A sus escasos trece años podía presumir de un cuerpo de mujer y ¡ vaya si lo hacía! Pero eran tantos sus encantos como amiga que, si alguna vez Sendy sintió envidia de no poseer atributos parecidos, ésta fue demasiado débil y siempre sana; aunque no por ello las irresistibles ganas de estrangularla la semana pasada cuando río a carcajadas la graciada de Danny sobre sus redondas mandarinas, dejaron de ser reales.
( Fue Paloma la que hizo el comentario y Julito se río, pero éste es mi sueño y lo pinto como quiero >>>> esta nota no entra en el sueño pero la quiero leer cuando sea mayor)
Sendy conocía a Danny desde que llego a vivir al barrio. Desde entonces, o quizá desde antes de nacer, había estado enamorada de él; cautiva de su amor, esperando que alguna vez él sintiera algo más por ella que aquellas tortuosas ganas de tirarle de las trenzas, pasaban los años. Tardes de cine excitantes y divinas, en las que por casualidad, se sentaba a su lado; si al coger las palomitas que la muchacha sostenía en su regazo, rozaba su mano, Sendy sentía revolotear en su interior traviesas mariposas; parpadeaba una y mil veces buscando una pose seductora en espera del beso, pose que él no veía, mas alguna vez sí se dio cuenta de que estampaba las palomitas en el suelo al cruzar las piernas imitando a las secretarias del Un, dos, tres; el beso nunca llegaba.
Paloma y Sendy asistían a clase juntas, de vez en cuando Paloma iba con la pandilla al cine; pero ella ( Paloma, claro) había empezado a frecuentar discotecas, con su aspecto no le fue difícil aparentar más edad; así que, un buen día los coló a todos en una.
Aquello, a ojos de Sendy, parecía una nave espacial. Humo blanco, de colores, luces intermitentes... música estruendosa, tanta gente, tan grande... Sendy se protegió ante lo desconocido arrimándose a Danny. Éste, de la forma más natural la tomó de la mano. De repente todo se volvió azul, la música bajó y la nave espacial se quedó casi en penumbra. Algunas parejas salieron a la pista. Danny condujo a Sendy hacia allí. Ni por todo el oro del mundo podría recordar que canción bailaron, le pareció escuchar a Lennon con su Woman, no estaba segura. Pero nunca podría olvidar aquellos labios posándose en los suyos; Sendy había cerrado sus ojos como si intentara guardar muy dentro de si aquel tesoro. Siguió con ellos cerrados, apoyando ligeramente la cabeza en el hombro de él, intentando controlar el oleaje de nuevas sensaciones que desbordaron su alma durante lo que le pareció una breve eternidad. La música estruendosa volvió a sonar, y ella compartió la magia del momento con todos sus amigos.
... Y ahora, cuando se sabía poseedora de la quinta esencia del amor, la quinta esencia de la amistad... ¿Cómo se lo decía? ¿Cómo les decía a sus padres que se estaba muriendo? ¿Por qué se había levantado esa mañana con las braguitas llenas de sangre?. Solo hacia tres meses que había cumplido los trece años, demasiado joven para morir. Así lo había escrito en el cuaderno antes de sentarse en un rincón. -pag 32, Fotos de un Adiós-
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