
Mis ojos te
devoraban mientras leías sentado en una cómoda butaca de la sala de estar.
Tomaste un vaso de agua que había en la mesita de cristal y al llevártelo a la boca, reparaste en mí. Con suavidad lo dejaste de nuevo sobre la mesa después de beber muy despacio. Me miraste por un segundo apretando los labios, y pasaste la página. Un periódico se sostenía aburrido en mi regazo, pero yo sólo te veía a ti.
Así había sido desde que tropezaste conmigo una semana antes cuando llegaste a la pensión. Te deshiciste en disculpas y sonrisas, y fue entonces, al cruzarse nuestros ojos, cuando comenzó ese dulce juego de seducir con la mirada olvidando que habías pedido una habitación doble porque pronto se reuniría contigo tu familia. Por lo menos yo lo olvidé.
Anoche, mientras cenábamos, me di cuenta que me he enamorado y apenas te conozco. Por mucho que me repita que tú nunca tomarías en serio a una mujer como yo, tus ojos me dicen lo contrario. No sé que va a ser de mí cuando te vayas. Intentando olvidarme de ti fui al acantilado con mi nueva cámara de fotos.
El espectáculo era enorme, con una reluciente luna llena brillando en todo su esplendor sobre la serenidad de un mar lleno de esperanza. Una pareja de gaviotas que oteaban el horizonte me hizo volver a la pensión, cargada de tristeza y sin una sola foto.
No he pegado ojo en toda la noche. Y ahora busco tu sonrisa para reconciliarme con el mundo y estás tan serio absorto en tu lectura que, me pregunto si no habrá sido todo otro de mis absurdos sueños.
´-¡Papá! -llamó un niño acercándose a ti y helándome el alma al mirar mis ruedas
- Mamá dice que salgas ya.
-Ahora voy, espérame fuera. Tengo que ir un momento a la habitación -le dijiste cerrando el libro y poniéndote de pie.
Al pasar junto a mí rozaste mi hombro y al mirarte, me pareció ver en tus ojos toda la tristeza del mundo. Quise seguirte, levantarme de ésta odiosa silla de ruedas y salir andando detrás de ti, o empezar a correr huyendo de yo que sé qué.
Quise abrazarte, que me abrazaras; quise tenerte sólo para mí, por un instante... por un instante de libertad.
............
Hoy hace un mes que te fuiste. Nada tiene sentido, o es que lo empieza a tener ahora porque enamorarme de ti me demostró que todavía estoy viva, sobre ruedas pero viva.
La luna llena vuelve a brillar con más fuerza que nunca sobre un mar furioso.
Furioso de deseo, de nostalgia, de pasión. La luna, mi luna, mi amiga, mi alma. Tan solitaria como yo. Y el mar, tan viril, tan fuerte, tan noble, como tú.
Guardé la cámara de fotos en la mochila y me arrimé al precipicio. Eché los frenos y me bajé de la silla quedándome sentada en el borde. El mar, a mis pies, se me antojaba que rugía a la luna con lujuria. Sería tan fácil, sería tan fácil dejarme caer y que me abrazaras para siempre. No, no me mires así bella luna, ahí somos iguales, tenemos que seguir brillando y ser libres de corazón. No hay otra opción.