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domingo, 3 de junio de 2007

Nada importante

Álvaro soñaba despertar algún día entre sus brazos, soñaba quererla tanto que la energía de sus sueños se diluía en océanos de inseguridades y silencios.
No se atrevía a acercarse a ella. Alguien le había dicho que se llamaba Elisa.
La veía todas las mañanas al ir al colegio, vendía flores en una pequeña tienda cerca del cementerio, las flores más vivas de toda la ciudad. La única vez que se atrevió a entrar y comprar un ramo de rosas, la había mirado tan profundamente a los ojos que, ella con voz rielada preguntó:
-¿desea algo más… señor?
-…. No, no, no… buenos días.
Álvaro se odió en un principio por no ser capaz de decirle que deseaba poder sentirse vivo a su lado, amarla, cuidarla, ser su amigo, su cómplice, su vida; pero pronto, con esa convicción de algunos tímidos cuando lanzan semillas que no esperan ver cuajadas en ninguna tierra, supo que una mujer como ella nunca se fijaría en él.
Aunque a veces… tenía la impresión de que aquello ya lo había vivido, de que los momentos se repetían. Mas tan sólo era un instante, un instante con sabor a canela.

Llegaba cada día más tarde a casa, los niños dormían ya, su mujer le preparaba sus cenas preferidas, pero dialogaban sin ganas. Y aunque seguían siendo buenos amantes, aquello no era suficiente. Su mente volaba, su corazón ansiaba más porque tenía que haber más, tenía que haberlo. Vivía en la superficie y deseaba sumergirse… por eso Álvaro soñaba despertar algún día entre los brazos de Elisa, soñaba quererla tanto que…

Desde que tenía dos trabajos sólo la veía por la mañana, pero aquella mágica visión lograba equilibrar de alguna manera su vida absurdamente vacía.
Por qué seguía con ella, ni él mismo lo sabía, ¿por sus hijos?, sí tal vez, aunque más que un padre él se sabía un señor que estaba todo el día trabajando. Primero en el colegio y luego gestionando la agencia. Ni siquiera lograba recordar por qué tuvo que coger dos empleos, pero su mujer decía que ahora vivían mejor que nunca, que las clases complementarias de los niños, la ropa, la casa de la playa, la luz, el agua, el plan de pensiones…
Si la sintiera cuando hablaba, o al menos cuando la tenía desnuda en la cama, pero ni eso podía. Vivía en la superficie y deseaba sumergirse..
Una única luz en su vida, una obsesión: Elisa.

-¿Le viste hoy? –la mujer asintió con la mirada perdida, había comenzado a llover- ¿por qué no hablas con él?
-¿Y qué le digo? ¿Que aquel día llovía como hoy? –Elisa se llevó las dos manos a la cara ocultándose en ellas… las bajó y se abrazó la cintura acercándose a la ventana- …me dijo que aunque tenía hijos y mujer era la primera vez que hacía el amor…, había conseguido otro trabajo, ni siquiera sé cuál ¿qué le digo?... ¿Que le quiero con toda mi alma? ¿Que aquel coche amputó mi vida? Me muero si le hago más daño- Su hermano se acercó y la abrazó- Quizás todo fue un sueño, nada importante para recordar...

8 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Magnífico, María. Un abrazo.

Caminante dijo...

La insatisfacción de la vida cotidiana conseguida tras tanto esfuerzo ... la búsqueda de algo más ... ¿por qué no?
Muy guapo PAQUITA

Anónimo dijo...

¡cuánta resignación y cuanto amor cabía en el alma de Elisa!. Es tremendamente tierno y triste tu relato, pero una preciosidad.

Un beso.

Anónimo dijo...

El hombre es el único animal que tropieza en la misma piedra dos veces.

Mi Chica dijo...

es muy bonito María.

Un beso

Calle Quimera dijo...

Cuánta insatisfacción, cuánta gente que solo anadea por la superficie sin atreverse a bucear nunca, usando tu símil. Vidas vacías, solo cáscaras sin semilla dentro. Y cuánto amor el de la chica...

Es precioso el relato, en fondo y forma. Lo has bordado, María..

Un beso.

María Narro dijo...

Gracias.
Besos.

pd. estoy medio dormida y mañana mmadrugo