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miércoles, 6 de junio de 2007

Destinos

'Un lluvioso día al llegar al hospital para comenzar mi sesión de rehabilitación, me encontré a una mujer joven en silla de ruedas acompañada de otra mujer mayor. La prominente barriguita de la joven me hizo pensar que estaba embarazada (inconscientemente unía hechos tan normales, como esperar un hijo, a mujeres en silla de ruedas). Pasé por delante de ellas. Iba cerrando el paraguas cuando el comentario de la mujer mayor me paró en seco...
- Mi hija andaba como tú.
“¿ Y cómo cojones ando yo?” le quise preguntar, pero en su lugar la miré casi con miedo y presté atención a su imparable e inevitable “conversación”.
- Tú eres la hija del guardia civil -no preguntó pero yo asentí. Un momentáneo flash me mostró mi pequeña ciudad, reducida a límites insospechados.
Aquella mujer me contó en cinco minutos su vida y la de su hija, ella, no hablaba, ni gesticulaba, ni se movía, tan sólo una apagada sonrisa se dibujó en su rostro cuando pregunté si estaba embarazada. La madre se río con tres estridentes e histéricos ja, ja, ja, y enseguida me dijo que no. Siguió relatándome que era una “mártir”, que había hecho todo lo humanamente posible por su hija llevándola a los mejores médicos del mundo, gastando en ella cantidades astronómicas de dinero, más que en sus otros hijos al costearles una carrera universitaria ( ¿ Cómo se atreven los humanos a medir el amor con el dinero? )..., y aquella mujer castrante, acabo diciendo... -¿ Y para qué? ¡ Ya ves como está!-...
“¿Y ella qué siente?”, me hubiera gustado preguntar, y sin embargo, clavé mi angustiada mirada en la hija como me ordenó la madre, pero tuve que apartarla, me destrozaba su tristeza y abandono, como si ya le diera todo igual. Con ojos húmedos miré hacia el ventanal, una lánguida lluvia lloraba sobre las flores. Reprimiendo las ganas de vomitar mi rabia e impotencia, les dije que me estaban esperando y me fui caminando más torpemente que nunca, sin poder levantar la vista del suelo.
Al llegar al gimnasio ni siquiera saludé. Me encaminé a los vestuarios y me senté en un banco pegado a la pared. Lloré en silencio o maldije mi suerte con lágrimas. Al rato de estar allí apareció mi Fisioterapeuta.
- ¿ Qué haces aquí? ¿ Hoy no piensas entrar?-al darse cuenta que estaba llorando, se sentó a mi lado- ¿ Qué ha pasado, te has vuelto a caer?
Pero de mí sólo obtuvo una pregunta,
- ¿ Me voy a quedar como ella?-dije en un hilo de voz.
- ¿ De qué hablas?
Como pude le conté lo que había pasado. La fisio rodeó con su brazo mis hombros y mientras limpiaba las lágrimas que recorrían mis mejillas, dijo:
- Cada persona es un mundo, en el terreno de la enfermedad más. Nunca las enfermedades afectan a dos personas por igual, ni aunque sea la misma. Que los síntomas sean iguales o parecidos no quiere decir que siempre la enfermedad evolucione igual. Déjame que te diga una cosa, May -cogió mis manos y mirándome a los ojos siguió hablando- te aseguro que no te vas a quedar como ella, no lo vas a permitir, no sé cómo ni cuándo pero algún día despertará la luchadora que presiento hay en ti. Pero mientras, te haré trabajar como nadie.
Y después de darla un beso nos levantamos y abrazándome a sus palabras, la seguí al gimnasio.'

-pag 54, Fotos de un Adiós-


Esto ocurrió de verdad, aunque al narrarlo está novelado, y aún a día de hoy no logro comprender porqué me lo dijo. Me hizo un daño atroz, que se pasó durante el fin de semana con mis amigas (entonces SÍ las tuve) pues yo estaba en la edad del pavo, pero me juré que jamás iba a decir nada parecido. Y nunca lo he hecho, y claro que he visto a gente que andaba como yo. Ésta mañana mismamente, y te quedas ... ¿mal? al menos no muy bien.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Supongo María que aquella madre creía que actuaba bien, siempre empiezo por querer pensar bien del género humano, pero supongo también que le salió toda la rábia y la impotencia por la boca cuando quiso avisarte y no calculó en absoluto el daño que podía hacer. A veces es la ignorancia otras... no lo sé... ¿no crees que el sufrimiento de su hija era suficiente para que se hubiese trastornado durante esos años? Hay madres a las que les ha pasado en casos parecidos.

Yo me quedo con lo mejor de todo esto y es que la fisio acertó de pleno, y salió esa gran luchadora que llevabas dentro de ti.

Yo también te doy un gran abrazo y ánimos para que sigas luchando.

:)

PD: Últimamente voy escasa de tiempo y paso a volandas, pero voy entrando María, aunque no te escriba.

Otro besote :)

Calle Quimera dijo...

Estas cosas ponen en pie de guerra los nervios... Hay personas que nacen con un trozo de piedra pómez en lugar del corazón. O quizás sea que el sufrimiento de años se los vuelve carne momia, no sé... Evidentemente es duro para una madre, pero ni por pienso lo es tanto como para la persona que sufre la enfermedad.

Solo puedo decirte que la fisio tuvo buen ojo clínico contigo...vio una luchadora.

Un besote grande, grande...

María Narro dijo...

Siempre me he llevado muy bien con los profesionales que trato, o 'me tratan', la relación es continuada y el cariño surge como con vosotros.
Pero mi fisioterapeuta en mi libro soy yo. A ver si me explico.
Al escribir algo tan fuerte y a la vez esperanzador, es como si me partiera en dos: la niña asustada que va creciendo sin entender que le está pasando, y la mujer adulta que soy que sólo quiere abrazarla.

No sé si me explico, pero escribir Fotos de un Adiós fue una experiencia enriquecedora y que me ha ayudado mucho. Lo que si me dijo mi fisioterapeuta aquella vez fue que las enfermedades no tienen por que afectar a todos igual.

Y lo de los padres con un hijo... que se consideran martires lo llevo mal. Intento entenderlo y documentarme ya que la protagonista de mi proyecto de novela en obras, es la madre de una niña con paralisis cerebral.

Hay de todo.

Un beso a las dos y gracias.

Anónimo dijo...

Tan fuerte María, tan real. Pero así como la fisio dijo esas palabras, éstas se pueden aplicar a todo. Hay madres que se pueden sentir víctimas o se hacen, pero hay otras que lo asumen con valentía y de igual a igual; que no se quejan, hacen. Y sufren y se alegran. Pero siempre es así con todo: hay personas que sólo quieren arañar y herir la confianza de otros y hay personas que luchan por mantenerla y contagiarla.

Besitos

María Narro dijo...

Lo sé, Miguel, conozco a muchas de esas madres que asumen con valentía, alegría siempre delante de su hijo, lo que la vida les ha mandado.
Pero tb conozco la otra cara de la moneda, de sobra.

Ten en cuenta que vivimos en una sociedad donde más de un 60% de la gente se ahoga en un vaso de agua vacio. Y no soy pesimista al pensar esto, soy muy realista además de soñadora.

Besos.

Caminante dijo...

Cabrona de mamá, esa! En vez de reforzar a su hija ... a joderla un poco más. Porque aprovechó la oportunidad, que ella misma se ingenió, para decirse, y que su hija la escuchara, lo rebuena que ella había sido y lo poco rentable que le había salido la "operación". En fin ... no somos perfectos. un abrazo María
PAQUITA