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miércoles, 2 de mayo de 2007

¿Era navidad? (II)

El día seis de Enero por la mañana, después de sentar a Marquitos en su silla de ruedas, la mamá se quedó petrificada al abrir la caja que encontró en la ventana. ¡El ordenador!. ¿Pero quién...? Pensó en don Justo, pero lo desechó. Luego en su hermano Nicolás...
-No, cariño, no he sido yo y mira que me hubiera gustado -le decía su hermano cuando le llamó por teléfono- lo he buscado sin descanso, pero sin suerte. Aunque ahora sólo debemos preocuparnos en encontrar a alguien para que le enseñe a usarlo.

La búsqueda no duró mucho, enseguida dieron con una joven recién licenciada en Telecomunicaciones, llena de ilusiones, proyectos y paciencia. Ella se encargó de idear y fabricar un puente entre el disco duro del ordenador y la mente del pequeño Marcos. Algo imposible de creer para el que no entienda... ejem... Absolutamente increíble para alguien sin fe, ¿o era imaginación?. Sea como fuere, a la joven le bastó con que el niño pudiera mover el dedo corazón de su mano izquierda. Al mover este dedo sobre un misterioso ratón, en la pantalla del ordenador se podían ver todos los pensamientos de Marcos. Luego hubo que enseñar al pequeño a ordenar esos pensamientos, a pensar bien, a pensar con todas las letras, a pensar un sujeto luego un verbo sin olvidarse de los predicados... Hubo que enseñarle todo, pero a todos extrañó que fuera el propio niño el que enseñara al ordenador a no mostrar todos sus pensamientos, a ocultar sus sentimientos.
Dos años duró el aprendizaje, mas nadie tenía prisa, o todos aprendieron a no tenerla. Y fue un domingo, después de misa, que la madre de Marcos llevó a su hijo al despacho de don Justo.

-Aquí le tiene, no quería saber si está preparado, pregúntele, ahora se puede comunicar.
El párroco miró con curiosidad, pero sin dejar de sonreír, a aquel ordenador que Marcos llevaba enganchado sobre sus piernas. Algo le habían comentado.
-Está bien, si es lo que quieres, le preguntaré -dijo don Justo poniéndose enfrente del niño.
-¿Sabes por qué estás aquí?-preguntó el cura.
-Sí -se visualizó en la pantalla.
-¿ Entiendes lo que significa hacer la comunión? -preguntó de nuevo el cura a la pantalla del ordenador.
-Claro que lo entiendo, pero ¿ por qué no me mira cuando me habla?- se volvió a visualizar en la pantalla.
-Acabemos con esto -dijo un don Justo visiblemente nervioso- dime ¿qué ocurrirá cuando hagas la comunión, y si de verdad la quieres hacer?
-Quiero recibir a Dios, pero no aquí -el cura y la madre se miraron con perplejidad mientras leían, pero aún Marcos tenía más que decir- Quiero hacerla en el mismo lugar que mi tío, él también es sacerdote y la única persona que me ha hablado de Cristo. Dice que él también llevó una cruz... como yo. Él de madera y yo una enfermedad.

La madre de Marcos nunca entendió por qué don Justo abandonó con prisas su despacho dejándoles allí. Tampoco sabía que los humanos a veces reconocemos nuestros errores. Muy pocas veces... casi ninguna, pero esto es un cuento, o ¿era Navidad?
Don Justo reconoció su error financiando que, la pequeña ermita de la colina se volviera abrir sólo para que el niño hiciera allí su Primera Comunión.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es un cuento precioso María.

Demasiadas veces los humanos estamos ciegos aunque tengamos el don de la vista y en verdad nos cuesta reconocer los errores que cometemos.

Espero que lo paseis muy bien este domingo, tita Andrea.

Un beso :)

Caminante dijo...

Sí que es un cuento bonito, apto para no creyentes. Besos PAQUITA

María Narro dijo...

Un beso muy grande a las dos.

((empiezo a dudar eso de no tener amigas y es precioso. Gracias))