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martes, 8 de mayo de 2007

Recuerdos

En la ciudad vivíamos en un viejo cuartel. Lo custodiaban pequeñas ruinas, maravillosos palacios de la imaginación, en donde alojábamos los juegos de toda la chiquillería.
El portal del edificio común era amplio y luminoso. Paredes de un ocre desconchado y enormes baldosas de un gris oscuro moteado de blanco, acompañaban a una baranda de hierro negro que bordeaba las anchísimas escaleras de madera desgastada. Aquellas escaleras que tanto me divertían cuando subía y bajaba corriendo, saltando, estrellando ruidosamente mis pequeños zapatitos contra ellas.
Ocupábamos un piso de la segunda planta. La noche del cinco de Enero, dejaba en nuestra puerta junto con los zapatos de mis hermanos y los míos, leche con galletas para sus majestades, y agua y un poco de paja que había quitado a los caballos.
Era casi la hora de acostarnos cuando llamaron al timbre, aquella vez, en la que sentí el aliento de los Magos de Oriente.
Mamá salió a abrir. Al volver a la amplia cocina donde me encontraba con mis hermanos, nos escondió con prisas dentro de la despensa mientras nos decía que estuviéramos calladitos pues los Reyes Magos estaban en la puerta. Le juré por el niño Jesús que miraríamos en silencio a la bombona de butano, pero que no cerrase la puerta del todo...
¡ Ufff, qué miedo pasamos!.
Sabíamos que si nos encontraban despiertos no nos dejarían juguetes, nos sentíamos culpables, deberíamos estar durmiendo y así no nos veríamos en tamaño aprieto.
En la despensa, agarrando con una mano a mi hermana mientras que con la otra me sujetaba el pantalón del pijama pues el elástico estaba flojo, esperamos con ansía que los Magos dejaran de hacer ruido y se fueran porque a Pedrito le entraron ganas de mear y buscaba el orinal detrás de la bombona, Valeria hacía pucheros y me tiraba del pelo diciendo que ella también quería hacer pis, y aunque yo era mayor, también quería llorar y pedirle el otro orinal a mamá.
¡Menos mal que se fueron!.
Cuando por fin salimos de nuestro escondite, pálidos y mirando con asombro a papá y mamá que no dejaban de reírse, empezó la fiesta. Me abracé alborozada a la muñeca que con su cunita me habían dejado; le daba el biberón que calenté en la cocinita de mi hermana cuando me acordé de lo que decía Paloma. Armándome de valor corrí por el largo pasillo hacia la puerta de la calle mientras me sujetaba el pantalón del pijama. La abrí con mucho miedo, he de confesar. Mas allí no había nadie ni quedaba nada salvo los zapatos, ni leche con galletas, ni... ¡paja! ¡Y eso que Paloma decía que no existían los Reyes Magos! ¡Qué dirá cuando se entere de que los camellos suben escaleras!

-pag 4, Fotos de un Adiós-

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Bendita inocencia y bendito relato que nos hace volver a tiempos en los que la mayor preocupación era si se había acabado el cola-cao.

Gracias por estos relatos,María.

Un beso muy grande.

Anónimo dijo...

aunque no quieran, me hare con el.

Recomenzar dijo...

Hermoso texto

María Narro dijo...

Gracias a ti, Malena, eres una princesa. He decidido poner de vez en cuando la esencia de mi libro y es ésta. Son recuerdos novelados, un album de fotos con palabras.

estoicolgado, no creo que te pongan ninguna pega para hacerte con el libro, de hecho estoy segura de que no. Lo que pasa es que a mí, autora y única dueña de los derechos de autor, NO me dicen la cantidad de libros que se han vendido o se están vendiendo.

Un beso a los dos.

((¿os ha pasado tener que escuchar una canción con los ojos cerrados ante el inminente peligro de d e s a c e r o s?
mi ahora mismo con Flor de luna de Santana -Ansiedad- ))

Buenas noches.

María Narro dijo...

Si ya decía yo que estaba con los ojos cerrados, no te vi, mi despertar.
Un beso.

Anónimo dijo...

Felicidades por el libro , me ha encantado .
Saludos.
Pedro.

Anónimo dijo...

A mí los Reyes Magos me dejaron olor a plástico y dulces; a lápices y gomas; a colonias.
Un olor para los restos. Basta cerrar los ojos e inspirar.

¿Qué los Reyes no existen?. Ja, ja, ja, y habrá quien así lo crea.

: }{ :

María Narro dijo...

Gracias, Pedro.

Dicen, amigo anónimo, que en realidad son los padres los que son un invento de los reyes.

Besos.

Anónimo dijo...

Vaya, esa respuesta María, pone el punto a este magnífico relato. Ternura... mucha ternura y qué bueno que la transmitas para poder absorberla.

Besos