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martes, 29 de mayo de 2007

Apaga la luz

El semáforo se puso en rojo.
Mirando a los anónimos transeúntes que cruzan con prisa el paso de cebra el tiempo se escapa lentamente. Hace frío. ‘Unforgettable’ me traspasa las entrañas y subo el volumen del casett queriendo acariciar la melancolía que se esconde detrás de mis pupilas. Doce grados, treinta y cinco años. Juan habla con unos amigos que viajan con nosotros, yo me pierdo en las mareas de Nat King Cole. Apoyo mi cabeza en el cristal de la ventanilla. Un niño mofletudo, pelirrojo y con la cara llena de pecas me saca la lengua desde el coche que hay a nuestro lado. Giro la cabeza huyendo de su alegría de luz. Dos zapatos de negro charol brillante caminan solos por la acera. Punta tacón. Errantes, vagabundos, huérfanos. Una farola se enciende. Los zapatos suben un bordillo. Se paran. Me señalan y vuelvo mis ojos en busca del niño pelirrojo. Está comiendo regaliz y me enseña su lengua negra. Los zapatos me gritan que es a mí. Empiezan a moverse de nuevo y noto el juego de mis tobillos. Punta tacón. Camino difuminada hacia ellos mientras el día se apaga. Nadie los ve. Los zapatos entran con suavidad en mis pies desnudos y taconeo sin prisa por aceras vestidas de nubes. “No es un sueño, me pellizco y duele”. Golondrinas que emprenden el viaje lejos del invierno me saludan con sus maletas al pasar a mi lado. “¡ Estoy andando!”. Hago gestos exagerados para llamar la atención del niño mofletudo, pero él está embelesado chupando su regaliz. Punta tacón. “Siento galopar la sangre por mis piernas sin paso, había olvidado lo maravilloso que es caminar”. Un claxon suena. La gente se detiene. Los zapatos comienzan a apretar, me trituran los pies. Cole alarga su mano desde un coche que espera el cambio de color del semáforo. Me la ofrece. La tomo y el albor de la noche en clave de jazz besa mis dedos. Avanzo con ella. Punta tacón. La mano tira de mí mientras se oyen los últimos sones de su canción. Pierdo los zapatos, pero no me siento descalza ni miro atrás para buscarlos. Me acomodo en el asiento y observo con placer mis gastadas botas camperas. Alzo la cabeza retando con los ojos a un mundo que no tiene tiempo para sentir. Verde. Noto que se me ensancha el pecho. Sonrío y saco la lengua al niño mofletudo, pelirrojo y con la cara llena de pecas del coche de al lado. Juan acelera. Suenan los primeros compases de ‘Till the end of the years’. Tarareando la canción me adentro en la noche.

-pag. 214 Fotos de un Adiós-

5 comentarios:

Calle Quimera dijo...

¿Te quieres creer que he leído 3 veces el post y sigo sin palabras? Es sencillamente espectacular la forma en que te has movido entre la fina línea que sirve de frontera a lo rela y lo onírico... Has dado 3D al sueño, lo has narrado de forma tan vívida que he presenciado ante mis ojos cada detalle, y no precisamente en forma de palabras.Y de verdad que he llegado a sentir la piel de gallina...

Te sales del mapa mundi, guapa... Lo has conseguido. Un besazo.

Anónimo dijo...

Repito palabra por palabra lo que ha dicho Quimera.

Fantástico María (Para colmo es el estilo que siempre uso y a mí particularmente el que más me gusta para narrar. O sea que he gozado un mogollón)

Besitos

Anónimo dijo...

Es una preciosidad lo que has escrito,María.Todo está armonioso.Todo se mueve al ritmo punta tacón. Lo lees y te quedas diciendo:¿Por qué no lo ha hecho más largo?.Puntatacón,puntatacón y la mente vuela y vuela.

Un beso.

Mi Chica dijo...

me has dejado enmudecida...impresionante.

Un beso

María Narro dijo...

muchas gracias, me sacais los colores.

Quería transmitir la sensación de un instante (por eso no lo alargé más, Malena)
Una sensación que he experimenntado varias veces, en el coche, mirando sin ver a través de la ventanilla y de repente noto que vuelvo a caminar en los pies de otra persona...

me emocioné.

estoy de un sensible que te pasas !!!

((tengo más anemia de la que sospechaba nadie))