El tío Miguel tenía dos mulas y un burro, y era el vecino del abuelo. El tío no hablaba mucho, conmigo no habló nunca.
En las amplías eras que rodeaban el pueblo supe lo que era trillar, y había trillado con el tío Miguel y mis hermanos cuando éramos unos mocosos, pero a mis catorce años ya no me interesaba dar vueltas y más vueltas sobre un trillo gritando: ¡ Arre mula!. No. Me interesaba más el burro que apenas salía sino era para acarrear cántaros de agua.
Una mañana mientras el tío aseaba la cuadra que estaba dentro de su propia casa, dejó al burro al lado del pozo de la plaza.
-Tío Miguel ¿ me puedo llevar al burro a dar un paseo? -yo había entrado en su casa y le observaba desde la puerta del oscuro, apestoso, pero mágico habitáculo.
El anciano me miró y por toda respuesta alzó sus hombros. Adivinando un “haz lo que quieras”, cogí las riendas del borriquillo y me lo llevé.
Antes de salir del pueblo le arrimé a uno de los poyos que para sentarse había delante de una casa abandonada. Me subí al poyo y le chillé:
-¡ Pórtate bien y no te muevas que me voy a montar encima de ti!
Cuando estuve acoplada sobre su lomo desnudo me sentí tan grande y poderosa que no cabía en mí, y sólo grité apretando con fuerza mis piernas contra él: ¡ Arre!
Estaba tan excitada y nerviosa, tan deseosa de abarcar nuevos horizontes y sensaciones, tan maravillada de montar por primera vez en un caballo pintado de burro, que olvidé por completo coger las riendas. Sólo al atravesar las eras me di cuenta de que el cuadrúpedo las iba pisando.
-Burro -le dije al lado de una oreja a las cuales iba agarrada- ¡ tenemos un problema pero tú no te asustes!. Burro... oye mira ¿ qué te parece si te llamo Furia o Platero? Que dices que mejor Platero. Venga pues. Platero, ves esos casillos a la izquierda... ¿ sí? Pues tuerce para allá.
Yo le torcía la oreja izquierda emulando a papá cuando daba al intermitente para que el seiscientos girara.
Pero Platero seguía por un sendero, como si se lo supiera de memoria, todo recto.
-De acuerdo ¡ tu sigue !. ¡ No!, no, mejor para. Sí, sí, mejor para -pero el burro seguía a lo suyo- ¡ PARA! Que pares Platero te digo que me quiero bajar -mas el burro no paraba. -Tu lo has querido, Platero, te trataré como lo que eres: un burro, ni caballo disfrazado, ni porras, eres un b u r r o. ¡ Sóóó burroooo!. Pero para, por Juan Ramón Jiménez te lo pido so burro...
Y nada que hacer, el burro que se convertía en asno, sin riendas no obedecía. Yo volvía la cabeza de vez en cuando, y miraba con angustia las casas del pueblo que apenas se veían ya. El pánico empezaba a sustituir a mi cabreo cuando vi aproximarse al tío Cirilo por el sendero. Me sequé algunas lágrimas rebeldes con el dorso de una mano y cuando estuvo cerca de mí, le pedí que por el amor de Dios frenara a aquel bicho. Cogió las riendas y al momento Platero paró. Me ayudo a bajar, le di las buenas tardes y se fue. Yo me quedé, dueña de la situación y de las riendas, mirando fijamente a los ojos del borriquillo.
-¡ A tu casa ahora mismo!. Eres el burro más malo y desobediente que conozco y no te voy a hablar en la vida...
-pag 127, Fotos de un Adiós-
4 comentarios:
necesitaba reírme y adoro los burros ;)
Hola María.Supongo que el susto no te lo quitaría nadie. Eso me recuerda a la primera vez que me monté en un caballo.Mi marido me decía:¡presiónale con las rodillas para que camine! y yo le contesté muerta de miedo:¡Si lo que yo quiero es que no lo haga!.Entiendo perfectamente tu sensación.
un beso.
¡Jajajjajja!, hola de nuevo Srita. María; debo decir que esta vez, me ha hecho tirar la carcajada; tal vez debería disculparme porque observo en ello un momento de incomodidad y miedo, pero es que aunque intento no puedo... Uno de estos momentos, en que la carcajada brota limpiamente, no puede negarse aunque el miedo ronde por las rodillas y tartamudee la lengua.
La verdad es que como experiencia es un poco traumática, pero si se le mira en dirección a la enseñanza, se pueden encontrar muchas sonrisas.
Un tio entendible, desde el silencio; compañia de la buena;
un sueño cumplido; la experiencia de pasear hablando con la naturaleza y con los santos animales, ya no se diga con uno mismo; el secreto a voces entre dos que son universalmente libres por acción y por efecto -burro y persona-; el reconocimiento de una acción indebida; el reconocimiento de la experiencia por lo que vale; las sonrisas silenciosas del tio;
la complicidad entre ambos tres;
los sonidos de la tarde tan emocionante; los recuerdos; el burro mismo que se regodeo de su compañia de la única forma posible en que pudo lograrlo, hacer su voluntad con vuelta completa a casa; pasear a lomo de uno de los animales con mayor carga de trabajo en el mundo y con una ternura y una docilidad increibles; los pasos del animal sobre la tierra y los del hombre en el aire -volando en la libertad de sus sueños-; el sueño perpetuo de lograr el viaje salva y sana...
¡Huy Srita. la de gozos que se pueden marcar en su texto, a pesar del miedo y de la temblorina de pies y manos!...
Jjajjajajja, sin duda para festejarlo alegremente y sin miedo a que la autora de dicha lección se enfade y si lo hace, pues mayor emoción, un punto más a favor del escrito.
jajajjajja -preciosa esta vista
a su casa Srita.- P R E C I O S A.
Daanroo
Sonriendo a mil.
Daanroo, tú te ríes y haces bien, yo nunca lo he podido leer en voz alta porque la risa me dobla.
Fue y no fue así, hay mucha invención para provocar la risa.
Un beso grande.
Malena, susto no hubo en este episodio porque lo he suavizado mucho. Susto hubo en el episodio real cuando el burro empezó a dar coces, pero eso lo he anulado de mi mente. Ya sabes, el poder de la imaginación.
Un beso.
(luego voy a veros)
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